jueves, 26 de enero de 2017

Al doctor cifuentes siempre le hacía sentido el pasar por fuera del Hospital clínico y recordar con nostalgia aquellos años en que se perdía entre los laberintos del Hospital y sabía perfectamente aquellos laberintos secretos . En esa época la gustaba vestir de negro y aunque no podía mantenerse las uñas largas, hacia lo posible para mantener el negro el esmalte por el que se ganó el apodo de uñitas. Tenía 22 años y era el año 2003. Santiago en esos años tenía ese aire de exitismo propio del boom noventero de "crecimiento económico combinado con un poco de amnesia colectiva propia del trauma social post-dictadura. Me acuerdo de empezar a sentir que mi carrera de derecho se hacía cada vez más pesada de soportar y entonces iba a carretear al teatro carrera, donde un día vì a cifuentes con un grupo de amigas. Después de un par de puchos bolseados, me dí cuenta que cifuentes me devolvía la mirada y yo tìmidamente movìa la cabeza hacia el lado, dando a entender que no tenía mucho interés en mirarlo. Así se daba ese juego de disimulada indiferencia mientras la música y las cervezas comenzaban a consumirse con el paso de la noche.
Esa noche nos pegamos la primera de muchas caminatas y yo era demasiado temeroso como para pedirle que se fuera a mi casa.
Entonces acordamos vernos al otro día en el parque balmaceda a la salida del metro Salvador. Yo le dije que se veìa cambiado y él me contestó.
Me da risa recordar a Cifuentes.

jueves, 16 de abril de 2015

BICI YOGA CIUDAD

BICI-YOGA-CIUDAD me da vuelta todo el tiempo. Es poner en práctica una idea de vivir la ciudad y apropiarnos de sus espacios. Es muy interesante captar el ritmo de lo cotidiano sobre una bicicleta y escuchar conversaciones, pasar por negocios abiertos, ver como la gente circula y como cambian los paisajes de un ritmo lento pero efectivo y empoderado. Se llega a todas partes sin horas de espera sobre un vehículo caro y contaminante y consciente de que finalmente no estoy ocupando tanto espacio. Por qué no compartir el auto. Por qué nos recluimos en esa comodidad burbuja que nos encierra en un espacio de aire acondicionado. Tal como el cubículo de la oficina, o el aromatizador de los urinarios que nos droga con la fantasía elegante de una modernidad bien merecida en horas y horas gastadas para no sé qué proyecto que a nadie le importa o que nadie cuestione. La vida corporativa del juego del Ego. Todo esto lo hablo por mí en verdad, ya que me tocó vivir un tiempo prolongado de cuestionamientos existenciales acerca de por qué trabajar en algo que no me hacía sentido.He escuchado comentarios del tipo, Pega es Pega y da lo mismo y creo que es muy válido hacer ese aguante cuando se quiere priorizar otras cosas, pero definitivamente me he puesto muy sensible a eso. Entiendo que siempre hay cosas que nos desagrade hacer, sobretodo eso va a pasar siempre cuando se trabaje en equipos, pero por qué no tener el derecho al menos de elegir dónde quiero estar. No es eso básico? Creo que sí, sobretodo cuando se tiene la posibilidad de elegir. Creo que en ese sentido, lo mejor es tomar esas decisiones liberadoras de empezar de cero, con toda la incomodidad que eso conlleve, cuando se estaban tomando rumbos completamente diferentes a los deseados por mi corazón. He vuelto a disfrutar los cafés de media mañana mientras trabajo con mi computador, a aprender a sentir el pulso de la ciudad mientras circulo en la bici y observo el Río y su corriente café que baja por la ciudad como una vena importante. Empiezo a ver los nuevos colores otoñales de los Parques y no dejo de sentir alegría por escuchar a un par de nuevos clientes en una Fuente de Soda. La ciudad y su ritmo, mi corazón y la respiración. El yoga de la mañana y sus desafíos de hacerlo. Las clases de Yoga y el desafío de hacerlas. Por qué no combinar las tres pasiones? Es el inicio de algo que revolucionará el escenario de nuestra vida en este valle hermoso y alejado.

jueves, 20 de noviembre de 2014

El cotidiano aprendizaje. Aprender de los fracasos, de los cambios de dirección, de nuestros ritmos, nuestras vibraciones. Aprender a escuchar el dulce susurro de nuestra respiración, escuchar al cuerpo que nos reclama de vez en cuando. Aprender a valorar el error, ser más humildes, aceptar la diferencia. Qué difícil se ha vuelto el relajo. No estamos acostumbrados a soltar, culturalmente necesitamos tener cierto control, de lo contrario la vida no tiene mucho sentido. Empezamos a tener roles sociales y el personaje nos abduce y te identificas con esa voz interna que te dice que sonrías para la foto. Buscas la aprobación social, el posteo diario el selfie popular, la ovación en línea, inmediata y personalizada. Por dentro a veces sientes que las cosas debiesen ser distintas. Te sorprendes soñando despierto frente a la pantalla de intranet de la empresa. Obervas el valor del dólar y de repente llevas cinco minutos viendo la oferta de vuelos baratos de la agencia española.
Imaginas hacer nuevamente el mochileo de hace diez años. En esa época las pizzas argentinas familiares costaban 3 dólares al valor actual y podías tomarte una ceveza por apenas uno en la Costanera de Posadas. Sueñas con la comparsa carnavalesca de fines de Febrero, con el Lago Titicaca desde donde piensas que puedes tocar el cielo. Sueñas con un paseo en el Parque Tayrona, con el atardecer en Máncora y el reventón de Montañita. Encuentras un vuelo barato a Montevideo, pero te das cuenta que es posible que no logren darte permiso en el trabajo. Para qué ponerse el parche antes de la herida? A lo mejor obtienes el permiso necesario, de todas formas es tu derecho pedirte vacaciones si tienes días disponibles para el uso no?  Te sorprendes soñando con los años en que trabajar no era tema. Acaso eres feliz con tu departamento? Ves que obtuviste un dividendo caro y la calidad es mala. Sigue oliendo a plástico y en el verano se convierte en un horno. Lo quieres vender. Botaste la plata.  Un buen día te miras al espejo y decides empezar de nuevo. Haces algunos cálculos y tus costos fijos bajarían al pago de la cuota del crédito de consumo. Desde hace cuánto que repactaste con el Banco? Vas recién en la mitad. Tus relaciones de pareja se traducen en revolcones ansiosos. Es que a veces te pones ansioso y eso se traduce en un par de cajas de pizzas amontonadas sobre la mesa.
El cotidiano aprendizaje es que nada es tan serio como parece. La vida es un juego entretenido, donde sólo es necesario ponerse en movimiento y sentir el amor infinito. No hay cosas buenas o malas, ni tampoco grandes dificultades o problemas. Simplemente hay desafíos diarios y siempre se puede soltar un poco. Nada se lleva a la tumba por lo tanto, de qué sirve tanta materia inútil si el corazón no late consciente?
Lo primero es sonreír. Lo segundo es sonreir, siempre respirando largo y profundo el sonido intenso de la vida. Luego conectarse con el sonido del corazón y sentir la humanidad desbordante de la paz interior.

martes, 22 de mayo de 2012

Ella camina por la ciudad a las cinco de la mañana, y el barrio está en silencio, hay belleza en el silencio pero ella tiene frío y no piensa ni contempla nada.Solamente camina, tampoco tiene muy claro por qué. Está apurada, pero no hay necesidad de apuro alguno. Perdió su trabajo hace una semana por reiteradas ausencias laborales y al final piensa vivir de lo que le deje el seguro de cesantía los meses siguientes.

Mientras tanto en el centro de kundalini yoga comienza el canto del Jap Ji, que forma parte de un libro escrito por grandes gurúes de todas las épocas, y que conforman la cadena dorada de maestros. La enseñanza se manifiesta a través ellos. La devoción y el recuerdo de que somos UNO, sin espacio, sin tiempo, sin principio, sin final, infinito flujo de energía universal, creadora , destructiva y transformadora.


Lo veía a Él cantando con tanta devoción, que no entendía muy bien por qué. Sabría acaso absolutamente todas las sílabas de aquellas frases pronunciadas en un idioma absolutamente extraño? Comulgaría con aquellas frases. Yo entiendo que se habla de Dios permanentemente y no entendía  muy bien por qué estaba  participando, pero si veía una alegría indescriptible en las caras de algunos que me hacía intuitivamente querer seguir participando.
Un cuento sobre la mañana. Una chica se jala unas líneas de cocaína y un chico que vive relativamente cerca se levanta a las 4 am a tomar un taxi. Ella se angustia porque no le queda más vodka, El comienza a sentir un viento fresco pero piensa que antes de salir el sol el frío se hace aún más intenso y disfruta esa electricidad de las horas ambrosiales. Ella sabe que dejó la dirección de fonocopete en alguna parte.ÉL y ELLA se topan en la calle, en la misma esquina, a la misma hora, no se miran, o bueno, tal vez si, de reojo. El hecho es que nunca más volverán a encontrarse o al menos aún no lo tengo muy claro, de todas formas es igual, todo forma parte de un plan perfecto, incluso las decisiones que pueda tomar como director de esta obra. El caos tiene un orden. En ese sentido estoy de acuerdo con ÈL, que camina , que ataja un taxi segundos después de toparse con Ella y que se apronta a iniciar una meditación colectiva en un centro de kundalini yoga. Lo conocí hace cinco años atrás. En ese entonces yo era un ejecutivo de Compañía de Seguros y apenas llevaba un par de meses, negociando cuentas. Escuchaba conceptos que en mi vida había oído y todo me parecía que era como jugar metropoli. Sin embargo lo pasaba bien. Cada experiencia va aparejada de un desafío y esos días el desafío era precisamente poder hacer cosas que no pensaba que era capaz de hacer. Entonces inconscientemente asumía que la felicidad era la satisfacción de la aprobación externa.
Me dispersé, en qué estaba? ah si, ese día él dirigía el sadhana acuariano y yo iba por primera a la invitación abierta que me hizo el centro de yoga donde empecé a tomar clases.

domingo, 7 de agosto de 2011

Después de muchos años he decidido volver a utlizar un blog y esta vez como una forma ejercicio de diario de escritura que permita compartir las visiones de la vida diaria, la capacidad de encontrarnos a través de las palabras y establecer conexiones a partir de nuestra conciencia compartida. Digo esto, sintiendo un profundo placer por las manifestaciones de cambio que se escuchan en el mundo, pidiendo a gritos el derrocamiento de regímenes autoritarios, cambios en la estructura de los estados cada vez más desmantelados y endeudados por la especulación financiera, e indignación en muchos continentes por crecimientos en nombre del progreso y el desarrollo de países que solamente enriquecen a unos nuevos millonarios que a la vez absorven nuestros recursos naturales agotables en unos pocos años más y que cooptan a continentes enteros con tratados de libre comercio que han inmovilizado nuestra capacidad de desarrollarnos a escalas más humanas.

De todas formas, es bastante lo que nosotros podemos hacer al ponernos en movimiento hacia esos cambios, sintonizando con la solución de nuestros problemas y miedos, que culturalmente siento a modo personal, he ido adquiriendo en nombre del éxito, de lo que se significa la felicidad bajo un modelo de satisfacciones en el consumo material, de falsas necesidades que se ven satisfechas y paradojalmente de necesidades básicas, satisfechas de manera poco consciente.

Efectivamente lo primero es perder el miedo. A qué? Siento que más que nada a perder las seguridades a las que me refería en el párrafo anterior.

Ese ha sido el constante aprendizaje que me ha llevado a descubrir a través de la práctica del yoga, el desarrollo de la disciplina al servicio de un compromiso y sentir y descubrir que vivo para una experiencia humana con un potencia inabordable y que puede estar también al servicio de los demás. Siento que ha cobrado sentido más que nunca el hacer cosas que contribuyan a la difusión de la información, tan necesaria en estos días de lo que veo, de lo que siento, para que compartamos también esta experiencia y asumamos desde nuestras vulnerabilidades que estamos juntos y que finalmente somos unidad.

Volver a escribir de manera periódica ya es un gran paso a ese objetivo y me siento muy feliz por eso en este frío día de invierno en santiago de chile.